jueves, 26 de febrero de 2009

EL DESENAMORADO (Un microrrelato cruel)

Quería expulsarla total y absolutamente de mí. Borré su número de teléfono de todas mis agendas. Empecé a evitar la zona de la ciudad donde vivía, también aquella en la que trabajaba. Cambié mi forma de vestir para que en ningún momento tuviera que llevar unos pantalones o una camisa remotamente parecidos a los que usaba cuando estábamos juntos. Cambié de trabajo, de casa, para que no fueran más los que una vez conoció. Evitaba a sus amigos, a los que en un principio sólo saludaba con un gesto sin pararme y más tarde ignoré como si nunca los hubiese conocido. No fue suficiente. Dejé de ver a mis amigos que un día la conocieron, primero aquellos a quienes les caía bien, luego también a aquellos a los que nunca les gustó, e incluso a los que sólo nos vieron juntos alguna vez siquiera por un segundo. Me marché a otra región, a otro país, luego crucé el océano hacia otro continente, lejos de ella. Sin embargo, un día frente al espejo miré mi cara, cogí la navaja y cuidadosamente corté cada uno de los rasgos que habían sido lo primero que ella veía cada mañana al despertar y luego besaba con delicada delectación. Ahora estoy aquí, sin párpados ni orejas, sin nariz ni labios, en lo más profundo de una sima en el confín del mundo, muy quieto para que ella no pueda oírme.
ANTONIO VEGA
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